El AVE de Medina a La Meca vive
un momento crítico. La obra más ambiciosa (y cara) comprometida por España en
el exterior, por un valor de 6.700 millones de euros, se ha desvelado un
proyecto ingobernable en el que es muy complicado poner de acuerdo a las 12
empresas españolas participantes, según reconocen todas las fuentes
consultadas. A los problemas del diseño inicial del consorcio español se une la
complejidad de una obra en el desierto en un país con diferente cultura. El
remate es una carta en un lenguaje muy duro del nuevo ministro saudí de
Transportes que hizo saltar las alarmas el pasado diciembre.
El nuevo ministro, Abdullah bin
Abdulrahman Al Muqbel, nombrado el 8 de diciembre en una remodelación de nueve
ministerios ordenada por el rey recientemente fallecido, es ingeniero de
formación y fue alcalde de Riad, donde lideró las obras del metro. Y tiene
carácter, que no reprime en mostrar. “Generalmente, los príncipes árabes nunca
dicen que no”, explica un consejero: “Es algo que hay que aprender de su
cultura. Pero este ministro es diferente. Expresa su contrariedad de forma
directa”.
Apenas tres semanas después de
ocupar su cargo, en plena Navidad hizo unas declaraciones públicas en las que
amenazaba la continuidad del consorcio español por culpa de los retrasos en las
obras. No fue un desliz verbal. Luego lo puso por escrito. “Es una carta muy
poco ministerial. Es propia de un jefe de obra. Nos sorprendió el tono”, dice
un consejero que habla con la condición del anonimato, como todos los consultados.
Consejeros, empresarios y fuentes gubernamentales apelan a lo sensible que es
el tema para guardar su nombre. Los técnicos lo hacen por miedo a represalias
laborales. El AVE del desierto requiere ahora ingeniería diplomática.
La carta provocó una reunión
urgente el 26 de diciembre del consorcio español, apodado ya en el sector como
“el disorcio”. Antes hubo una declaración de la constructora OHL, presidida por
Juan Miguel Villar Mir, ofreciéndose a subsanar presuntos retrasos de otras
empresas españolas, en especial de la gallega Copasa, que cayó como una bomba.
El consorcio no es un grupo compacto y acusa falta de liderazgo, según las
fuentes consultadas. “Ha estado muy politizado desde el principio y el ministro
saudí no quiere políticos”, opina un consejero.
En la reunión de urgencia
celebrada en Madrid se decidió que había que cerrar filas. “El ministro tiene
perfecta información de cuanto se dice en España y utiliza las noticias de
disensiones en nuestra contra”, explica otro consejero. “Se enfadó porque
sacamos la foto del Talgo bajando en el puerto [el 12 de diciembre embarcó en
Barcelona el primer tren con destino Arabia], así que nos dijo: ‘Pues lo voy a
devolver a España’. Aquellas declaraciones iban para nuestra prensa, para que
entrara como un misil aquí”.
En esas circunstancias, no era
recomendable un nuevo viaje de la ministra Ana Pastor a Arabia Saudí. El
ministro no quiere hablar con políticos, quiere técnicos y una figura con la
que se entienda.
En Arabia Saudí disgusta la
ausencia de un interlocutor claro: “No hay nadie al aparato”, comenta
gráficamente un técnico, que admite que Arabia ha pedido la cabeza del
presidente del consorcio, Pablo Vázquez, presidente de Renfe y hombre de
confianza de la ministra Pastor.
El primer quebradero de cabeza
son los plazos. La alta velocidad a La Meca va con retraso. El contrato
establecía un calendario de entrega del terreno —la primera fase de la obra,
realizada por empresas árabes, aunque originalmente era un consorcio francochino—
para que las españolas instalaran el AVE. Ahí surge un contratiempo. “Nos han
ido dando retrasados los tramos y entonces no sabes muy bien con qué calendario
quedarte. Ellos pueden decir: “Tú me dijiste que para junio de 2015 tenías
acabado el tramo 4’. Y sí, es verdad. Pero claro, ¿cuándo me ibas a dar el
tramo? Si me lo das en abril de 2015 es muy difícil que te lo dé en fecha. Esa
es la discusión ¿Cuánto tiempo te doy? ¿Por cada mes de retraso me das un mes
más? Ahora hace falta un calendario que recoja los retrasos en la entrega del
terreno”, explica un alto directivo del consorcio. Fuentes del Gobierno
sostienen que no hay demoras imputables a las empresas españolas.
Las constructoras españolas
quieren que Arabia Saudí reconozca las demoras en la fase inicial. “Los árabes
quieren mantener la fecha final de entrega”, diciembre de 2016, explica un
consejero. “Eso significa que tenemos que correr como locos. Todavía no hemos
conseguido un reconocimiento de que hay retrasos en la entrega de los terrenos.
Y hay penalizaciones fuertes. Para un árabe el contrato es el primer punto de
partida en la negociación, no el punto final. Llevamos tres años negociando con
ellos todo, y esto genera mucha zozobra”.
Los técnicos reciben periódicos
reproches de los supervisores, la consultora alemana DB International y la
árabe Dar Al-Handasah. “El papel de esta empresa es crucial”, sostiene un
técnico. “Es juez y parte. Hace de ingeniero de la fase 1 y a la vez es nuestro
supervisor en la fase 2. A base de crucificarnos, justifica sus errores y
carencias, además de lavarse las manos con los retrasos”. El grupo Bin Laden es
el que hace la fase 1 y no quieren penalizarlo, según fuentes del consorcio. Y
el grupo Bin Laden es el que tiene la concesión de la línea de autobuses
Medina-La Meca, con millones de pasajeros anuales, por lo que cualquier retraso
no deja de beneficiarle. Es un conflicto de intereses no resuelto en Arabia.
A los problemas políticos y
diplomáticos se unen los técnicos. El AVE a La Meca es uno de los mayores retos
de ingeniería emprendido por un proyecto español. Es algo más que eso: nadie ha
construido un tren de alta velocidad en el desierto, una empresa que ha de
superar muchos obstáculos. De dos de ellos no hay referencias en la literatura
científica: ¿cómo solucionar los efectos de las tormentas de arena y el avance
de las dunas?, ¿cómo afectarán a las infraestructuras las diferencias de
temperatura que se producen en algunas zonas, que alcanzan los 50 grados en el
día y descienden hasta los dos grados bajo cero por la noche?
“El trazado ferroviario es de
algo más de 400 kilómetros a través de un terreno que tiene aires de paisaje
posapocalíptico donde los problemas se concentran en unas decenas de
kilómetros, fundamentalmente en la zona costera”, explica un técnico que
trabajó en el proyecto.
La oferta que presentó el
consorcio español incluía la construcción de un muro de unos cinco metros de
alto a barlovento y zanjas en los tramos con más arena. Sin embargo, ese
proyecto se hizo sin analizar en detalle la zona. Eso es algo habitual en estos
concursos internacionales en los que no se puede hacer un gran estudio antes de
ganar el concurso. Una vez logrado el contrato, los técnicos de la consultora
pública Ineco estudiaron el trazado para ver cómo puede afectar la arena de
1.620 kilómetros cuadrados de desierto sobre 110 kilómetros de vía, del 117 al
227.
Del terreno estudiado, un 48%
son llanuras arenosas, lo más peligroso. Las dunas afectan solo a un 5% del
trazado. El movimiento de la arena tiene generalmente una tendencia del
Oeste-Noroeste y el Este-Sudeste, como los vientos predominantes. En verano el
avance medio es de casi 50 metros al año, mientras que en invierno es de casi
15 metros. No hace falta una tormenta para generar problemas: vientos leves, de
cinco metros por segundo a nivel del suelo, ya mueven la arena.
En las zonas más peligrosas,
situadas en la llamada sección cuarta, el consorcio español ha colocado vía en
placa, más sencilla de limpiar aunque mucho más cara. La vía se tiende sobre
una placa de hormigón en lugar de las piedras (balasto) sobre las que
normalmente va. Hay técnicos que creen que harán falta más kilómetros de vía en
placa de lo planteado, lo que implicaría notables sobrecostes. También han
construido vía en placa en terraplenes de hasta 10 metros de alto, algo que
nunca se había hecho para la alta velocidad y que genera incertidumbres sobre
cómo se asentará el terreno por si aparecen grietas.
Pese a la vía en placa, hay que
minimizar la llegada de arena al AVE. Los técnicos de Ineco concluyeron su
estudio hace 11 meses. Proponen que en algunas zonas se construya también un
muro a sotavento, porque en invierno los vientos predominantes varían y pueden
llevar la arena en una dirección que inicialmente no se previó. Sus advertencias
están en un cajón.
Para analizar la situación, hay
quien recuerda hasta una vieja obra española en arena: la cinta transportadora
para los fosfatos del Sahara español de Bucraa, que cruza 100 kilómetros de
desierto. En los 70, para parar el avance de las dunas, técnicos españoles
recubrieron arena al sur de El Aaiún con fuel oil y utilizaron vallas. El
director de aquel proyecto duda de la solución elegida en el AVE: “El muro y la
zanja son una solución teórica, pero no comercialmente comprobada. Una vez que
el muro detiene la arena o queda en el fondo de la zanja, ¿qué se hace con
ella? Son millones de toneladas al año ¿Adónde se lleva? ¿Y a qué coste? Ojalá
me equivoque, pero es dudoso que ese muro y zanjas funcionen sin arruinar el
proyecto”.
Otro consejero reconoce que
habrá sobrecostes y que las incertidumbres para solventar los problemas de la
arena y el clima están abiertas: “No tenemos soluciones. Repasamos toda la
literatura científica en la materia y no hay nada, pero nuestros ingenieros son
muy buenos y las encontrarán”, dice con optimismo. “Mientras, tendremos que
limpiar la vía de arena cada noche”.
El consorcio ha decidido cerrar
filas y evitar filtraciones. “Este consorcio a veces es un poco desesperante
porque se filtra todo. El mismo día, conforme están saliendo, ya lo están
contando. Los periodistas preguntan, a la gente le gusta hablar y somos 12.
Mucha gente para controlarlo. Un secreto de 12 no es secreto, ya es difícil que
lo sea de tres”, dice un consejero. Fue Pablo Vázquez, presidente del
consorcio, quien en la reunión de diciembre pidió acabar con las fugas y llegó
a plantear la posibilidad de multar con medio millón a la empresa que soltara
interioridades del consorcio. La idea fue desechada.
Además del pacto de silencio, el
consorcio decidió que el descontento del ministro saudí tenía que ser aplacado
con el nombramiento de un interlocutor que aceptara de buen grado: había que
elegir a un nuevo consejero delegado en lugar de Rafael Valero, destituido en
noviembre pasado. “El cliente nos dice que Valero no puede seguir y que
pongamos a otro. Se quema o le queman”, reconoce un alto cargo del consorcio.
El elegido para sustituirle es Santiago Ruiz González, subdirector general de
FCC y director para Oriente Medio. Ruiz había trabajado en las obras del metro
de Riad, justamente cuando era alcalde el actual ministro saudí.
Valero no es el único que ha
dejado el proyecto recientemente. Antes hubo una fuga de profesionales como
Andrés Novillo, director técnico, Moisés Gilaberte, hasta entonces director
ejecutivo de Proyectos de Ineco, y Santiago Cobo (Adif). Hay tensiones y las
condiciones del trabajo son muy exigentes. “De vez en cuando, tenemos que
mandar a la gente Emiratos o a Dubai para que se tomen una cerveza y vean una
película, porque esto es muy duro”.
Los problemas que emergen ahora
llevan tiempo larvados y tienen una raíz profunda. En 2007, con el Gobierno de
Zapatero, no hubo un proyecto español… sino dos. “Dos ofertas españolas no eran
una buena opción. Además, había situaciones como la de dos empresas públicas,
Renfe y Adif, una en cada consorcio”, reconoce una fuente de aquel Gobierno. De
un total de seis precandidaturas, dos eran españolas, además de una francesa,
alemana, japonesa e italiana. Todos, como era preceptivo, iban asociados a
empresas locales, generalmente relacionadas con diferentes ramas de la familia
real saudí.
Finalmente, España presentó un
solo consorcio, pero con 12 socios. Había gigantes públicos como Adif y Renfe,
o la consultora Ineco, acostumbrada a trabajar en España. Pero también
constructoras rivales, como OHL y Cobra, de los tradicionalmente enfrentados
Juan Miguel Villar Mir y Florentino Pérez, pequeñas firmas como Imathia,
fundada en 2004...
¿Cómo se llegó a esa situación?
“Porque hubo mucha política. Sin política a nadie se le ocurre hacer un
consorcio de 12 empresas. Los árabes ahora juegan con eso porque son muy buenos
negociantes. Enfrentan a unos con otros y hablan directamente con las empresas.
Han aprovechado esto que es una debilidad nuestra”. Ninguno de los cuatro
consorcios extranjeros que compitieron con el español sumaba más de cuatro
empresas.
“En Arabia Saudí, todos los
grandes negocios se hacen a través de relaciones. Si no conoces a alguien de
alto nivel, no funciona”, explica un experto que trabaja en una escuela de
negocios española. “Lo primero es buscar un lobby muy potente. Es evidente que
en la candidatura española ha tenido una influencia decisiva el anterior rey,
Juan Carlos, y sus amistades de muchos años. Y esas relaciones hay que
cuidarlas: hay que tomar un té de vez en cuando”. Esta semana Juan Carlos I
viajó de nuevo a Arabia.
El tren debe estar operativo en
diciembre de 2016, pero nadie, ni siquiera los saudíes, pone la mano en el
fuego por esa fecha. Aunque oficialmente Arabia intenta adelantar la puesta en
servicio al verano de ese año.
Incluso si se cumplen los
plazos, los problemas para España no acaban ahí. El consorcio tiene adjudicada
la gestión de una línea ferroviaria para un tráfico previsto de 60 millones de
pasajeros anuales durante 12 años. El AVE español, con miles de kilómetros,
alcanzó en 2014 un récord de ocupación con 29,6 millones de pasajeros. En el
Medina-La Meca se doblará esa cifra. “¡Saldrá un tren cada 4 minutos! ¡Como en
Japón! Y habrá que gestionar vagones solo para hombres y para mujeres.
Comprometerse a gestionar una línea así 12 años es una barbaridad para empresas
públicas como Renfe y Adif”, sostiene un consejero, que destaca que en la
construcción, donde prima el sector privado, los beneficios están más o menos
asegurados, mientras que en la operación, donde lideran las públicas Renfe y
Adif, el riesgo es enorme.
Un extrabajador ya citado
considera que “este maravilloso proyecto puede ser un elefante blanco, un
regalo con el que te puedes llegar a cubrir de gloria o que, como ocurría con
dichos elefantes, te arruine completamente”. Antiguamente, cuando los reyes de
Tailandia estaban descontentos con su súbdito le regalaban un elefante blanco,
un animal sagrado. El agraciado estaba obligado a cuidarlo y a permitir el
acceso a quien quisiera verlo para venerarlo. A menudo acababa arruinado.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/01/31/actualidad/1422727262_607458.html
Redifusor: Juan Alberto Peche San Isidoro
"El Disorcio". Cómo dos palabras pueden decir tanto. Con lo mal que lo pasan los que trabajan allí, no sé ni cómo va tan adelantado casi...
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